
La cuestión fundamental pasa por despertar los sentidos y educarlos. De la misma manera que un somelier puede indentificar aromas para uno imperceptibles, esta escuela apunta al testeo de diferentes sabores, olores, y colores. Probar aceites, hierbas, incluso hasta abanos estimulan los sentidos y los afina. También existe Slow Travel, muy parecido, pero se encara hacia el viajero, para que este pueda apreciar, en vez de ir a un Mac a comer, los sabores que hacen a la identidad del lugar que se visita. Las lecciones, aparte de tener la degustación como eje, incluyen visitas al mercado, de manera de hablar con los comerciantes, que bien pueden ayudar a educarlo a uno a la hora de comprar. Luego de la compra, todo en equipo, cada uno cocina lo que compró, guiado de la mano de un chef, para luego, terminar con la cena.
Y como Chile es lo que nos compete, acá va la lista de ingredientes que hacen a su identidad:
frutillas blancas de pure
huevos azules de las regiones VIII y IX
langostas del archipiélago Juan Fernández
y, por último el merquén, condimento mapuche
Para terminar, otra frasecita de estos muchachos, a la cual adhiero completamente:
"Existe la posibilidad que más dosis adecuadas de genuino placer sincero y de disfrute lento y prolongado nos proteja del contagio de las multitudes a confundir delirio con eficiencia"
http://www.slowfoodchile.cl/